Increíblemente, en Colombia, un país tan conservador, hemos logrado conquistas legales tan importantes como la despenalización de la eutanasia, del aborto hasta la semana 24 de gestación, el matrimonio igualitario y el porte de la dosis mínima, entre otros. Por fortuna, las batallas por las libertades individuales siguen dándose, a pesar de que las derrotas por el camino pueden resultar desmoralizadoras. El 14 de noviembre, por ejemplo, después de nueve intentos fallidos, el Senado prohibió el matrimonio infantil anulando un artículo del Código Civil del siglo XIX que permitía que los menores de catorce años pudieran casarse o convivir si tenían el permiso de los padres. Un logro de la senadora Clara López y de las representantes Jennifer Pedraza y Alexandra Vásquez, que usaron el lema “son niñas, no esposas”.
En estos momentos se lucha para que en el código penal se incluya la violencia vicaria, un término que fue acuñado en 2012 por la sicóloga Sonia Vaccaro para hablar de la violencia empleada por los hombres contra los niños para herir y maltratar a sus madres. El proyecto avanza lento porque hay dos puntos de vista: la representante del Pacto Histórico, Alexandra Vásquez, propone en la Cámara de Representantes que el ordenamiento jurídico colombiano reconozca la violencia vicaria con enfoque de género, y persigue prevención, atención integral y acceso a la justicia.
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